¿Te he visto en la playa? -Pregunto con admiración-
Este maldito destino que ha querido barrerme el paso con el oleaje, para obligarme a girar.
Y de repente tú. – ¿Eras tú? ¿En serio? –
Y de repente, cinco segundos.
Cinco segundos en los que recuerdo;
ese momento en el aeropuerto, con lágrimas en los ojos nos despedimos con lo que convino un ‘para siempre’. Aquel instante en que nos entendimos, aquel instante en que nos hubiéramos bebido.
Desde entonces no me preguntes dónde vivo,
ando perdido.
Avalé con mi sonrisa la felicidad que hipotequé contigo
por algo que al final no fue
y, maldito el delito que sin darme cuenta,
quedó prescrito.
Y de repente cinco segundos,
en los que nos hemos esquivado las miradas
dos veces como el que intenta disimular 3 años de abrazos.
Y sigo, continúo mi camino
ahora pisando más fuerte, jadeando lo que algún día fuimos.
La sal del mar se confunde con mi sudor de lágrimas.
Pero no, no serías tú.
De regreso te vi dos veces más en caras que creí tuyas, que fueron vulgares desconocidas.
Igual de desconocida que al final lo fuiste para mí.
Y es que da igual lo que digan,
No habrá
FIN.
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