Ya nada me sacia.
Y es que,
vagamos muchos como zombis
mordidos por el duelo de aquello que en algún momento sentimos.
Buscando en los cuerpos de aquellos supervivientes
ese alimento que ya no nos alimenta.
Que ya no calienta.
Y seguimos
sin rumbo fijo
llevándonos a todos aquellos que se nos ponen por delante.
Sin ser conscientes
de que nosotros mismos nos hemos convertido
en aquello que precisamente odiamos.
Creando sin ser conscientes,
una legión
de zombis heridos por el amor.
Unos yonkis del amor.